viernes, 11 de marzo de 2016

Capitulo III: Esa débil sombra


  La rutina de Mephisto consistía en lo mismo cada día, estaba en pie cuando el crepúsculo comenzaba a caer, luego paseaba por los establos aún con la luz anaranjada del sol cayendo sobre el castillo y hacía una ronda antes de que el movimiento comenzara, cuando la oscuridad llenara todos los rincones. No podemos decir que le agradara mucho el sol pero apreciaba mucho su soledad como para sacrificar un poco de su vitalidad.
  Durante esos paseos siempre sentía algo extraño, un olor especial, una sombra, un "algo" que le decía que no estaba solo, que jamas lo estaría... Y sonreía.
 
 Paulette esperaba con ansias ese día, reía mientras paseaba lentamente por los pasillos del castillo en espera de que oscureciera, su madre había vuelto y saldrían junto a su padre y Nadine con destino a un lago dentro de una caverna. El camino era corto, lo recorría a diario a esas mismas horas para disfrutar del calor del sol, ese sol que todos parecían odiar tan horriblemente menos ella.
  Había sentido a los criados comenzar a moverse, a la gente del castillo despertar, quiso alcanzarlos, volver a su habitación antes de que alguien comenzara a gritarle por salir sola. El roce del terciopelo por el suelo marcaba su paso en el pasillo que conectaba el establo con el castillo, sintió desde dentro los gritos de emoción de Nadine y trató de apurarse para llegar junto a ella pero un escalón delgado y su propio vestido la hicieron tropezar y golpearse la cabeza en el mármol, su cuerpo delgado y frágil se quebraba casi como un cuerpo humano y la sangre brotaba de su boca. Nadie la vió, nadie sintió el golpe de esta en el suelo, sus ojos lentamente se cerraron.
   La figura alta de Mephisto asomaba por entre los carruajes ubicados en la caballeriza cuando divisó el carruaje en el que sabía saldría Eveleen con las princesas pero una sombra tendida en el suelo lo sacó de sus pensamiento. Se abrió camino rapidamente y al llegar junto a ella vió a Paulette tendida en el suelo y cubierta de sangre, la tomó en brazos y sintió frio, el cuerpo no respondía, la vida se escapaba entre sus dedos y corrió con ella directamente a la habitación de Eveleen empujando puertas y gente que se cruzaba hasta que los ojos negros de ella lo vieron con su hija en brazos.

- La vi en el suelo… - Musito con su grave voz teñida de espanto.

  Ella solo la tomó en brazos y la puso sobre la cama mientras gritaba desesperada

- Quiero a las criadas y a los curanderos ahora frente a mi!!!!!-

  Ruidos de pasos desesperados se sintieron y Mephisto no se movió de su lugar hasta que ella lo miró con calma dentro de toda su desesperación

- Gracias por traerla... Hija mia, esto es mi culpa, por favor perdóname!! -

  Mephisto la miró, hasta ese minuto se veía calmada pero sus ojos negros develaban el horror de tener a su hija en esa posición. Claudio llegó a la habitación desesperado y Nadine unos segundos después palida quedándose junto al umbral de la puerta 

- Eveleen qué le ha ocurrido a Paulette?!?! Está bien? -

 Pero Eveleen no le respondió, solo sentía odio y tristeza que Mephisto olía en el ambiente y retrocedió hasta quedar junto a Nadine en el umbral mientras le decía 

- Tu madre sabrá que hacer, ella no permitirá que nada malo le ocurra -

 Nadine tomó la mano de Mephisto fuertemente y salieron de la habitación en el momento en que los curanderos entraron y la puerta se cerró tras de ellos.

- Mi señora, el cuerpo de la niña siempre ha sido débil, usted lo sabe. Ahora es casi imposible que nosotros podamos hacer algo -  Comentaba uno de los curanderos ante la mirada desgarrada de Eveleen y Claudio 

- Yo haré lo que sea por ella, saben que soy capaz!! -

 Eveleen se arrodilló ante los curanderos mientras estos impávidos contemplaban la escena, la emperatriz del mundo vampírico estaba de rodillas delante de ellos rogándoles. El más anciano pidió a los otros que se retiraran quedando solo con la pareja 

- Mi señora, usted sabe que la situación de la niña desde su nacimiento no ha sido auspiciosa, su “sangre” esta sucia y su cuerpo lamenta esto… la caída que sufrió es mortal en humanos débiles pero si su hermana hubiera caído quizás solo sería un poco vergonzoso -

 Claudio guardaba silencio mientras el anciano lo miraba con desdén, ahora que las princesas sufrían este perdía el poco respeto que le tenían en el reino 

- Mi señora, quizás si usted esta dispuesta a entregarle algo de su sangre podríamos hacer un ritual… estamos bajo la luna llena y un ritual antiguo podría funcionar… -

- Yo… puedo hacer algo? Es mi hija!!- 

 Claudio gritó pero Eveleen no quiso mirarlo y el curandero esbozo una sonrisa irónica 

- Creo que has hecho demasiado ya, y con respeto Mi Señora, creo que deberá tomar decisiones al respecto -

 Claudio no entendía nada, este miraba a Eveleen quien respiro profundo y sin mirarlo respondio

- Anciano, después de que mi hija mejore tomaré las decisiones pertinentes pero ahora no hay otro tema en mi cabeza - 

  El anciano inclinó su cabeza ante ella y salió como si el hombre no estuviera allí. Esto no paso desapercibido para él quien tomo a Eveleen por los hombros y la forzó a mirarlo mientras los rostros de ambos, desesperados, cansados y sin respuestas permanecían inmutables. Claudio rompió el silencio

- Dime qué es lo que está pasando! por qué ese curandero me trató asi? o acaso no soy el esposo de la emperatriz del mundo vampírico Eveleen?

  Se mantuvo silenciosa, pero Claudio continuó


- Eveleen amor mío, es mi culpa todo esto?” 

  Ella trató de mantenerse compuesta pero las lágrimas cruzaron su rostro 

- No, es mi culpa… por enamorarme de alguien como tú siendo yo quien soy. Si hubiera renunciado a todo esto y solo quedarme a tu lado… -

  Claudio trató de darle la mano pero esta se negó 

- Yo te amo, es lo único que se hacer. No se donde más ir, no quiero estar con nadie que no seas tú, soy feliz con las niñas pero sin ti nada tiene sentido -

 Eveleen no pudo máss, le pidió que saliera, que se alejara, tenía el corazón destrozado y su hija sufría por sus malas decisiones.
  La noche pasó, las criadas seguían atentas a cualquier cosa que su ama pidera, Nadine se había dormido acompañando a Paulette y Eveleen caminaba por el cuarto sin perderla de vista hasta que un golpe suave en la puerta la sacó de sus pensamientos 

- Pase -  Musitó un poco molesta pero su rostro cambió al ver a Mephisto

- Mi Señora, yo quería ver como se encontraba…” 

 Ella sonrió, su sonrisa aunque apagada era sincera 

- Yo cometí tantos errores, creo que demasiados y ahora mi pequeña Paulette sufre por ellos -

 Mephisto caminó hasta una de las ventanas de la habitación, donde el último haz de luz se deslizaba y cerro los cortinajes 

- Yo camino a diario a la hora del crepúsculo buscando tranquilidad, o mejor dicho soledad. Hace algunos días vi una sombra pasear por los pasillos con un ritmo muy especial y absoluta calma, posándose bajo los rayos del sol que se asomaban entre las ramas... desde que la vi me pregunté por qué ella salía a esa hora del crepúsculo… Tanto Nadine, usted, yo y como muchos de nosotros no es capaz de salir cuando hay luz -

 Eveleen lo miró, lentamente este vampiro frío que apenas hablaba y sólo hacía lo que debía había cambiado tanto ante sus ojos, era sincero y directo, había visto algo que muchos otros jamás habian notado

- Claudio es humano - dijo de golpe, de manera violenta y él simplemente la miró

- Condené a una de mis hijas a una posible muerte por descuidarme y no seguir las reglas y si al anochecer debo dar la vida para que ella se salve así lo haré -

 Mephisto bajo la mirada con vergüenza

- Usted lo ama? -

 Ella trató de aguantar el dolor pero no rehuyó a la pregunta. Una sonrisa amarga se poso en su rostro

- Lo amé hasta que lo convertí en ghoul… las niñas comenzaron a crecer y el envejecía… no quise convertirlo antes pero lo hice por ellas, no lo encontré correcto pero al ser un ghoul el ya no tenía mente propia, ya no… -

  Mephisto lo entendió, entendía lo que hablaron bajo el árbol y posó su mano en el rostro de Eveleen y esta lloró con dolor, con pena, con culpa mientras apoyaba su cabeza en el pecho de Mephisto 

"- Solo quiero pedirte una cosa, si debo morir deseo hacerlo bajo tu hacha, si debo sangrar se tu quien me haga sangrar y si esta noche caigo, espero caer en tus brazos -

  El joven miraba a la fiera guerrera frente a él que había destrozado a los demonios que lo atacaban, desde ese minuto no pudo dejar de mirarla y ella no pudo alejarse mas de él."

  El la apretó contra su pecho y ella cerraba los ojos con dolor. Nadine había oído todo, le dolía el cuerpo, temblaba. Sin que lo notaran se acercó a Paulette y tomó su mano 

- Somos iguales, únicas, no me importa si eres humana, vampiro, demonio, sólo se que eres mi hermana y te amo -